Sé buena y única, NO perfecta

¿Cuántas veces haz sentido la exigencia de ser perfecto? ¿es realmente una exigencia del otro o más bien de nosotros mismos? ¿cuánto nos exige la sociedad y los locos parámetros que se han impuesto? ¿por qué y para qué los imponemos a nosotros mismos?. La realidad es que vivimos en una sociedad que nos invita al hacer, sumado a un miedo compartido a nos ser lo suficientemente buenos para ser queridos. Este miedo es propio de la naturaleza humana, porque somos seres sociales y nuestro mayor deseo es ser queridos, amados y aceptados. Es esta combinación de factores lo que nos hace buscar la perfección casi sin darnos cuenta. Todos sabemos que lo perfecto no existe, sin embargo nos exigimos para alcanzarlo: mamás perfectas, cuerpos perfectos, éxito laboral, familia perfecta, hijos perfectos, estudiantes perfectos… existe una idea arraigada que al ser o mostrar esa perfección seré querible por el resto. ¡Pero que equivocados estamos!.

A ratos vivimos haciendo para ser o parecer perfectos, y la verdad es que las personas que te quieren no están ni cerca de mirar o valorar eso, porque las personas que te rodean, te eligen por ser TÚ, y todo lo que implica tu unicidad. Tu valor está en tu interior y no en todas las cosas que creemos son valoradas por otros. Finalmente, estamos atrapados en esta idea que solo nos invita al sufrimiento de no sentirnos lo suficientemente buenos. La realidad es que estar flacas, ser lindas o ser buenos deportistas, NO habla de lo que somos. Porque somos mucho más de lo que hacemos, somos mucho más que nuestras notas, éxitos o cuerpos. Somos alma, somos SER.

“Sé bueno, pero no perfecto”, porque si somos lo suficientemente buenos, estamos haciendo lo mejor posible dentro de lo que podemos y eso nos hace ser amados por el otro. El otro nos quiere, elige y ama, por el simple hecho de existir. La trampa de la perfección está, en que cada vez que intentamos ser perfectos para ser amados, nos olvidamos de lo más importante: EL OTRO. El mundo pasa a girar en torno a nuestros ombligos, a nuestros logros, a nuestros gramos de más o de menos. Si la meta es ser perfecto, la visión solo está puesta en uno, relegando la mirada del otro a un lado y olvidando lo más importante: solo si puedo mirar las necesidades del otro y conectar con él, paso a ser “perfecto” para su existencia. Finalmente ¿no es eso lo más importante? ¿No es el sentirse querido y amado incondicionalmente lo que nos hace felices? ¿Cómo logramos ser amados por otro si no somos capaces de verlos y solo nos vemos a nosotros mismos en nuestras imperfecciones y lo que tenemos que mejorar?.

Está comprobado que nuestro bienestar y la sensación de felicidad, depende de nuestras relaciones interpersonales. En la medida que soy capaz de mantener relaciones significativas de amor incondicional, soy feliz. Bajo este paradigma las exigencias de ser perfectos son innecesarias e inútiles porque esa perfección que perseguimos NO nos llevará a la felicidad. Muchas veces escucho en mi consulta “si soy flaca seré aceptada” “si soy bonita y con menos kilos, me mirarán” “si saco las mejores notas me valorarán” “si soy el mejor me aceptarán”. La mirada está puesta de la manera incorrecta, en algo externo, olvidando que aquello que puedo entregarle al otro -desde poder conectarse profundamente con él- es lo que hará que ocurra ese amor. No está en cómo nos vemos, ni cuánto pesamos, ni qué notas nos sacamos.

Vivimos en una sociedad en donde si las metas se cumplen, se supone serás feliz. El problema está en que nos olvidamos que si esas metas solo están en torno a nosotros mismos y ser perfectos, ellas cada vez nos van tornando en personas más imperfectas, egoístas y desconectadas del otro. En cambio si busco ser bueno o mejor, podré encontrarme con la mirada de otro, que siempre será más benevolente que la de nosotros mismos. Es en esa conexión y relación que encontraré lo que valgo, no en los adornos, sino en lo que realmente importa.

Dejemos de poner la mirada en la perfección, ya sea de nuestro cuerpo, nuestros roles o nuestros éxitos, y empecemos a mirar en el espejo desde lo que somos. Porque lo que somos está bien. Valora cada espacio de ti, vive contigo y abrázate, así podrás tener la energía puesta en mirar al otro en lo que necesita y en conectarte profundamente con el que te rodea. Relaciónate contigo y con el otro desde el no juicio, desde la libertad de ser único y en esa unicidad ser aceptado por el simple hecho de ser TÚ.

También te puede interesar