Cuando lo perfecto se torna imperfecto

Hoy quiero escribir acerca de nuestros cuerpos y de esa tiranía de la belleza a la que estamos, sobretodo como mujeres, expuestas. Después de ver la película “To the bone” o “Hasta el hueso”, en Netflix,  sigo pensando cómo nos encontramos frente a un mundo que nos exige ser perfectas. Pareciera que existe un mandato intrínseco en la sociedad que nos dice que si somos “flacas” o “bonitas” seremos felices. Es como si la belleza corporal, tuviera la llave mágica para nuestra felicidad. sabemos que no es real, sin embargo actuamos cómo si lo fuera. Yo aún a mis cuarenta y tres, siento el peso de las expectativas, la sombra del cuerpo que “debería” tener y la imposición a “verme bien”. Algo que se siente impuesto por la sociedad, termina siendo nada más que una imposición propia, que poco a poco nos carcome y a veces sin darnos cuenta nos destruye. En alguna parte del camino, y no se porqué, nuestras luces y talentos, que deberían ser lo más importante, pasan a ser secundario.

Si bien la película no profundiza en lo que son los trastornos de la conducta alimentaria, muestra su gravedad y la importancia de poder pesquisarlos antes de que se vuelvan irreversibles. Una de las frases que más me quedó dando vueltas fue cuando la madrastra de la protagonista le dice “sé buena, pero no perfecta”. Y creo que eso es justamente lo que deberiamos trasmitirles a nuestros jóvenes y a nosotros mismos. Esta bien, ser lo “suficientemente buena”, porque cuando buscamos la perfección de nuestros cuerpos e incluso de nuestras vida o roles, nuestra atención solo se vuelca en nosotros mismos.

El mundo pasa a girar en torno a nuestros propios ombligos y nuestra necesidad de siempre “ser mejores”. Una necesidad que a ratos se torna en una obsesión enfermiza, que nos carcome la vida e incluso lo más importante: nuestros vínculos. Porque si la meta es ser perfecta, la visión solo está puesta en uno mismo, olvidando al otro y su mirada, que finalmente es la única que nos lleva a ser mejores personas. Soltando la mirada sobre uno mismo, puedes ver al otro e incluso conectar con son sus necesidades, y eso será, finalmente, lo que te convierta en una persona “perfecta” para el otro. No tu cuerpo, no tu éxito, no tu manera perfecta de hacer las cosas.

Finalmente ¿no es eso lo más importante? ¿No es el sentirse querido y amado incondicionalmente lo que nos hace felices? ¿Cómo logro ser amado por otro si no soy capaz de verlo y solo me veo a mi mismo en mis imperfecciones y lo que tengo que mejorar?

Está comprobado que nuestro bienestar y la sensación de felicidad, depende de nuestras relaciones interpersonales. En la medida que soy capaz de mantener relaciones significativas de amor incondicional, soy feliz. Bajo este paradigma las exigencias de ser perfectos y que esa perfección nos llevará a la felicidad no tienen ningún sentido. Muchas veces escucho en mi consulta “si soy flaca seré aceptada” “si soy bonita y con menos kilos, me mirarán” “si saco las mejores notas me valorarán”. La mirada está puesta en lo externo, olvidándonos que aquello que puedo entregarle al otro, es lo que hará que ocurra la magia de la conexión y aceptación.

Una de las pocas cosas que rescato de la película, es cómo se muestra que una joven de veintitantos años ha perdido toda su vida por estar centrada en su cuerpo. No tiene amigas, no estudia, no logra sentirse valorada aun estando al borde de la muerte en términos de peso. Y el problema de ese camino obstinado hacia la perfección es que ésta nunca llega, siempre habrá otro kilo que bajar u otra décima que subir. En este camino no hay disfrute, sino solo frustración, porque siempre se quiere estar un escalón más arriba, aunque este carezca de sentido.

Buscar la perfección te hace sumamente imperfecto, porque pones la mirada solo en ti, y esa es la paradoja más grande de la perfección. Aceptamos que no existe pero trabajamos para que exista, y eso nos roba energía y sobretodo VIDA. Si buscas ser simplemente bueno o buena, podrás encontrarte en la mirada del otro, genuina, compasiva y de aceptación. Y es en esa conexión con el otro que encontrarás tus luces, tus sombras, tu valor y tu identidad.

Puedes ser lo suficientemente buena, y eso está bien. No necesitas ser perfecta y sé que lo crees, ahora solo falta empezar a vivir la vida desde esa perspectiva. Suelta la perfección y anímate a ser tu: LIBRE, ÚNICA Y AUTÉNTICA.

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