Ya llevamos casi ocho meses viviendo en pandemia y si bien ya muchas personas han retomado sus actividades diarias, habemos muchas mamás y papás que lo hemos hecho solo de manera parcial, dado que tener a los niños en casa y tener que ayudarlos con el colegio ha hecho que nuestro día a día sea mucho más cansador. Hoy nos vemos en la necesidad de equilibrar los tiempos entre el trabajo, las labores de la casa y todo lo que nuestros niños necesitan. ¿Dónde quedo nuestro minuto de cuidado personal? ¿Cómo vamos? ¿Estamos terminando bien el año o estamos exhaustos? ¿Cuánto cansancio irradiamos en la relación con nuestros hijos?
El burn out parental es un término que se acuña desde el 2018 luego de una investigación hecha en Francia. Se define como un desequilibrio entre el estrés provocado por el día a día de la crianza y los recursos que tenemos para enfrentarlo como padres. Es finalmente un síndrome por el cual muchos podríamos estar pasando después de estos largos ocho meses de pandemia y que básicamente se usa para hablar de qué tan cansados estamos como padres. Necesitamos reconocer que la pandemia nos ha exigido al máximo y que por lo mismo nuestros recursos y energías se han visto disminuidas o incluso agotadas. ¿Cuántos de ustedes sienten que han vivido una sensación de estrés sostenido estos últimos 8 o 12 meses?
Probablemente todos hemos intentado vivir o “sobrevivir” a esta pandemia con altos y bajos pero no nos hemos preguntado realmente cuánta energía nos queda y qué necesitamos hacer para recargar. ¿Nos hemos dado permiso para hacerlo? Y si no, ¿cómo todo ese cansancio ha repercutido en nuestros hijos? La realidad es que uno tiende a funcionar sin detenerse a mirar cómo está funcionando y cuáles han sido los costos o efectos de ese funcionamiento.
El burn out parental se distingue por cuatro características esenciales: Sentir un agotamiento excesivo relacionado a temas de crianza; distanciarse emocionalmente de nuestros hijos; dejar de disfrutar la crianza y verlos crecer; y la sensación de que somos otro tipo de padres al que éramos hace un tiempo. No sé ustedes, pero al menos yo siento varias de esas características, y es que todo lo que ha pasado nos ha llevado al extremo, nos ha desafiado a cumplir múltiples roles y a reinventarnos en nuestra manera de vivir.
Quizás habrán muchos que en un principio pudieron incluso disfrutar de estar en casa, pero la realidad es que sostener un estado de alerta y emergencia constante y por tanto tiempo termina pasando la cuenta. Hace días vi un video de un profesor que hablaba a sus alumnos de que la importancia de sostener un vaso de agua no era cuánto este pesaba, sino cómo empezaba a pesar si lo sosteníamos por mucho tiempo. Y es que esta pandemia nos hizo sostener ese vaso de agua que parecía liviano, pero que sostenido por mucho tiempo se volvió mucho más pesado de lo que imaginábamos.
Desde la mirada del psiquiatra Marian Rojas Estape, la pandemia ha hecho que nuestro cortisol permanezca elevado por un largo periodo de tiempo, lo que ha provocado en nosotros y en nuestra biología cambios que tarde o temprano nos enfermaran. Y por eso el autocuidado de nosotros como padres se hace prioritario. Aunque pensemos que hay cosas más importantes, la realidad es que lo único que puede desestabilizar a nuestra familia y a nuestros hijo somos nosotros mismos, al no hacer los cambios necesarios luego de someternos a un estrés sostenido en el tiempo.
Hace poco la psicóloga Andrea Cardemil compartió una frase que me quedó resonando: “La práctica parental más importante en esta cuarentena es el autocuidado”. ¿Qué necesitamos hacer para equilibrar la balanza? ¿Qué necesitamos hacer para volver a sentir que tenemos los recursos y las energías necesarias para criar y entregar nuestra mejor versión a nuestros hijos? Necesitamos dejar ese vaso de agua por un tiempo en la mesa y pensar en nuestra recarga.
¿Cómo volvemos a recargar nuestra batería? Aquí les dejo algunas ideas que podrían ayudarnos a equilibrar y salir de este cansancio de un año que ha sido tremendamente desgastador:
- Pedir ayuda: No estamos acostumbrados a pedir ayuda. La mayoría de las veces esperamos que el otro vea y haga lo que esperamos. Necesitamos hacer nuestros pedidos más explícitos para que sean exitosos. Y estos tienen que venir desde nuestra necesidad o sentimiento como personas y no desde la queja. Que tu familia sea un equipo. No todo tenemos que hacerlo los padres, nuestros hijos son parte de la solución.
- Buscar tu tribu o comunidad: dentro de la crianza, el sentirse acompañado solo aumenta nuestro bienestar emocional. Comentar el cansancio, reírse de los desastres o peleas, darse consejos o simplemente estar. Una comunidad te sujeta y te ayuda a enfrentar o mirar desde otra perspectiva tu realidad. Un otro siempre suma, y si eres parte de una comunidad, siempre te sentirás dentro de un colectivo que está contigo incondicionalmente.
- Buscar espacios individuales: que cada miembro de la familia pueda tener ese espacio solo donde cada uno se cuida y se siente mejor por sí solo. A veces sirve hacer una lista con todo lo que nos gusta. Después podemos marcar cuáles serán nuestros intransables. Qué será los que no dejarás de hacer ni aunque se esté derrumbando el mundo.
- Buscar actividades que nos hagan bien: hay actividades que sabemos que nos hacen bien. Por ejemplo, movernos nos da energía y nos ayuda a poner nuestra mente en blanco: caminar, correr o subir un cerro. También podemos meditar o escuchar música que ponga nuestra mente en pausa. Busquemos eso que nos hace recargarnos y descansar.
- Ser flexible: cada situación nueva requiere de adaptación y para adaptarnos necesitamos de flexibilidad. Si realmente estamos cansadas, podemos decidir levantarnos más tarde por unos días, posponer algunas tareas de la casa o estudiar a otros horarios nuestros hijos. Necesitamos una estructura que nos guíe, pero la flexibilidad que permita adaptarse a las necesidades fundamentales de cada uno de nosotros para cuidarnos.
- Elige tus batallas: no podemos estar en todos los campos, necesitamos priorizar y ver dónde dirigiremos nuestra energía. Que esta energía sea compartida y bien canalizada. Cada miembro de la familia puede hacerse cargo de alguna de esas batallas. Busquemos que nuestros hijos sean parte de nuestro cuidado como mamá o papá y mostrémosles la importancia y la necesidad de estar bien para ellos.
Como padres somos la base segura para nuestros hijos, y lo único que necesitamos saber es que necesitamos cuidarnos primero para cuidar. No hay otra ecuación, no podemos tener ese vaso solos sostenidamente en el tiempo. No lleguemos al punto de tirarlo al suelo y que se rompa por no soportar más su peso. Antes de que se rompa, puedes elegir o decidir cómo cuidarte a ti como papá o mamá para cuidarlos a ellos como hijos. Descansa ese vaso en la mesa para volver a tomarlo con más y nuevas energías de nuevo.