La adolescencia…. que desafiante etapa, tanto para nosotros como padres como para nuestros hijos adolescentes. Etapa que se caracteriza por un giro en nuestros hijos, donde cómo papás ya no somos los únicos dueños de la verdad, y donde todas esas creencias, valores e ideales se van poniendo a prueba buscando la mirada de otras personas; ya sean sus pares, polola o incluso las redes sociales. Una etapa que se centra en la pregunta vital de “¿Quién soy?”, una constante búsqueda de respuestas, afirmación, validación y sueños. La adolescencia ES por excelencia una etapa de búsqueda y es en esa búsqueda donde inevitablemente están las caídas, errores, cuestionamientos y a ratos caos. Un mundo que se abre para probar y en ese probar, aprender a través del ensayo y error. Una época donde nuestros hijos nos necesitan más cerca que nunca, aunque no lo parezca.
¿Cómo vamos abriendo caminos para comunicarnos con nuestros hijos? ¿cómo los acompañamos en ese descubrir? ¿cómo les prestamos ideas y reflexiones para encontrar respuestas a ese “quién soy”? ¿Qué pasa si eso que van descubriendo es muy distinto a lo que nosotros soñamos o esperamos para ellos?. Vale la pena detenerse a pensar, porque a veces hay tantas expectativas puestas en esta etapa, que son ellas las que nos alejan de poder acercarnos desde la apertura a nuestros hijos. A veces eso que soñamos para ellos, tiene más que ver con lo que nosotros, y se va transformando en una exigencia implícita para ellos. Una idea o sueño propia, a la que queremos que nuestros hijos adhieran ciegamente, aunque no tenga sentido con lo que sueñan para SU vida. ¿Cuán abiertos estamos a que descubran SU propio camino?.
Muchas veces nuestras expectativas o ideas acerca de lo que los hará felices, nos impiden conectar con lo que realmente ellos quieren para su vida. Que aunque no sea definitivo, porque es una etapa de prueba, es lo que les hace sentido en ese momento. A veces nos come el miedo a que pierdan el rumbo, y nos aferramos a decirles o imponerles lo que “deberían” hacer. Cuando imponemos nuestros “deberías” sin tomar en cuenta lo que quiere o necesita nuestro hijo, vamos creando una muralla en la comunicación. No se sienten entendidos, validados o valorados en su mirada, y por lo tanto hacen lo que mejor saben hacer….nos cierran la puerta en las narices. Cuando no logramos leer, escuchar o entender lo que los mueve y motiva en la vida e imponemos caminos trazados por nuestros sueños, expectativas o ideales, los alejamos y perdemos entonces, la posibilidad de guiarlos y acompañarlos. Todas esas puertas que se podrían abrir se cierran automáticamente.
Es por eso que nuestros desafío como padres de hijos adolescentes, es soltar nuestras expectativas e ideales, y acompañarlos y respetarlos en el recorrido de descubrirse. Para eso la base será la comunicación. ¿Cómo logramos ampliar caminos de autoconocimiento en ellos? Lo primero y fundamental es abrir nuestra mente a su mundo, y por sobre todo descubrir y aceptar lo que nuestro hijo es HOY, asumiendo que eso podrá cambiar mañana. Porque así como la vida es cambio, la adolescencia es CAMBIO en mayúsculas.
Conversar con ellos y entrar en su mundo es otro paso importante. ¿Qué les gusta leer, qué los mueve, que escuchan, que ven, cómo son sus amigos, qué hace en su tiempo libre, que espera para su vida, en que usa su tiempo libre?. Es interesante hacer el ejercicio de ofrecerles hacer alguna actividad que ellos elijan, sin juzgar y con el corazón abierto a regalarles esa vivencia.
Si lográramos tener conversaciones profundas y poderosas con nuestros hijos adolescentes, no solamente abriríamos caminos de comunicación, sino también de confianza, aprendizaje y de equivocación, vitales para su aprendizaje. Démonos el tiempo de conocer a nuestros hijos, para acompañarlos a trazar SU propio camino. No dejemos que nuestros propios fantasmas o exigencias hablen por nosotros, ellos están escribiendo su propia historia y tendrán la valentía de ir por ella donde sea y como sea. No dejemos que esa historia la escriban solos, acompañémoslos con una mirada abierta, comprensiva y sin juicios. Aprendamos a preguntar, escuchar y acompañar, eso es lo que nuestros hijos adolescentes necesitan de nosotros.