La metáfora del paracaídas y la importancia de agradecer

Estamos en época de cierres y reencuentros. De celebrar la Navidad y cerrar un año para abrir otro que vendrá. Y si bien ha sido un año extraño, por decir lo menos, estos momentos siempre me conectan con el sentido más profundo de la gratitud. En estas fechas especiales se torna vital poner el foco en lo que agradecemos y en aquellos que nos rodean, para poder ser un regalo para el otro y para nosotros mismos.

Tenemos la oportunidad de poder detenernos a mirar lo que hemos construido este año y el camino que hemos recorrido. Es en esa mirada que podemos agradecer al universo, a Dios o a la vida lo que nos ha regalado: tenernos a nosotros mismos y nuestros seres queridos. Al mismo tiempo, es en estas fechas que recordamos a los que partieron o a los que ya no están; y aunque se siente más fuerte la ausencia, nos permite centrarnos en lo que tenemos.

Esta semana mi papá me mandó un video que cuenta una historia que nos lleva a preguntarnos algo vital: Charles Plumb era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam. Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil. Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. A su regreso a Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión. Un día, estaba en un restaurante y un hombre lo saludó. Le dijo: “Hola, usted es Charles Plumb, ¿era piloto en Vietnam y lo derribaron, verdad?”. “Y usted, ¿cómo sabe eso?”, le preguntó Plumb al hombre. “Porque yo empacaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?”, dijo. Plumb casi se ahogó de la sorpresa y con mucha gratitud le respondió: “Claro que funcionó, si no hoy no estaría aquí’.

Esa noche Plumb no pudo dormir. Acostado en su cama se preguntó cuántas veces vio en el portaviones a ese hombre y nunca le dijo buenos días. Reflexionó sobre lo arrogante que había sido y en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía. Desde ese día, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia: ¿Quién empacó hoy tu paracaídas?

Cómo no hacerse esta pregunta en este año tan particular: ¿Quién empacó nuestro paracaídas? Una vez más el desafío será detenernos y conectarnos con cada una de esas personas especiales que aparecen en nuestro día a día, para hacerlo más feliz, más llevadero, más amable y más significativo. ¿Cómo no detenernos para hacer el mejor regalo de todos? La gratitud es el mejor regalo que podemos hacer en este fin de año, mirar a aquellos que estuvieron ahí en todo momento: la persona que nos ayudó con nuestros hijos; las profesoras que no dejaron de trabajar para que ellos aprendieran; nuestras parejas que estuvieron ahí cuando los necesitamos; nuestras amigas o amigos que nos escuchan, nos apoyaron y nos contuvieron; nuestras hijas e hijos que incansablemente intentaron hacer todo lo mejor posible; esa persona que nos saludó cuando entramos a la oficina; el que nos dio el asiento cuando estuvimos cansados; o nuestras mamás, papás, abuelas o abuelos, que a pesar de la distancia se mantuvieron conectados. Seguro que si nos tomamos solo diez minutos podríamos encontrar a miles de caras, sonrisas y frases en nuestras cabezas. No perdamos la posibilidad de agradecer, de conversar con nuestros hijos y de hacer visible que siempre habrá alguien cerca para ayudarnos. Porque no estamos solas y solos en este mundo, porque somos comunidad y como tal nos ayudamos, crecemos, vivimos y sobrevivimos.

Todos y cada uno de nosotros está rodeado de personas que silenciosamente “empacan nuestro paracaídas”, para caer bien parados y estar firmes en nuestro día a día. Hoy puedes identificarlos, apuntarnos en una lista en el celular y darles el mejor regalo: una muestra de gratitud por todo lo recibido.

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