“Si tu compasión no te incluye a ti mismo, es incompleta” -Jack Kornfield.
La mayoría de las veces hablamos de cómo mejorar la autoestima en nuestros hijos, cómo lograr que se sientan más seguros y portadores de sus herramientas. Pensamos que la autoestima lo es todo y que es algo que necesitan lograr para ser felices o exitosos en la vida. La autoestima se transforma en un bien preciado que tienen que adquirir o conquistar a toda costa, y nosotros necesitamos ayudarlos en esa conquista. Sin embargo, a través de años de estudio y de mucha energía invertida en esta área de la psicología, parece ser que la autoestima positiva es más bien una causa (y no un fin) de haber logrado un bienestar emocional.
La autoestima pasa a ser algo móvil e inestable que sube y baja según nuestra sensación de valía personal, que proviene muchas veces de nuestros logros o de los elogios del resto. Cuando nos vemos enfrentados al fracaso o las cosas no van tan bien como quisiéramos, ponemos en duda nuestro valor como persona y entonces la autoestima puede verse comprometida. Es por esto que los últimos estudios y las últimas tendencias de la psicología buscan sanar a través de la compasión y no necesariamente de reforzar una autoestima positiva. Porque se entiende que si somos capaces de tratarnos bien en nuestros momentos difíciles o en frente a nuestras sombras, seguro se dará un refuerzo en nuestra autoestima y por ende en nuestra manera de mirarnos. La compasión a uno mismo aparece como la capacidad de valorarse y quererse más allá de la aprobación social, el éxito o cuán atractivos somos.
Kristen Neff, una de las psicólogas pioneras en escribir y mostrar la importancia de la compasión a nosotros mismos en su libro Se amable contigo mismo habla de cómo podemos aprender a ser más cariñosos con nosotros mismos y cómo esto tendrá un impacto positivo en nosotros como personas y en todos los que nos rodean. Para esto, dice, necesitamos cambiar de paradigma y darnos cuenta de lo dañino de la crítica a nuestros hijos o a nosotros como padres. Porque es en esa crítica solapada o explícita que dejamos de vernos y permitirnos ser humanos, personas que sufrimos, nos equivocamos y a ratos nos perdemos en un mar de emociones.
Muchas veces cuando hablamos de autocompasión no se entiende el concepto, más bien se malinterpreta como “tenerse pena” o tomar una postura de víctima en la vida. Pero la realidad es que la compasión va a un nivel mucho más profundo y significativo que esa interpretación. La compasión hacia nosotros mismos nos permite ser humanos. ¿Cómo no querer enseñar a nuestros hijos a tratarse bien a ellos mismos? ¿Cómo no querer que logren verse como seres humanos imperfectos que pueden equivocarse y sufrir para luego crecer? Ustedes estarán pensando ¡Obvio que queremos eso para ellos!, incluso para todos los que nos rodean. El problema es que no somos capaces de aplicarlo con nosotros mismos, nos equivocamos y nos torturamos con nuestros propios pensamientos. Muchas veces sin darnos cuenta les exigimos a través de la crítica y como un pensamiento intruso nuestra voz pasa a sus cabezas transformándose en su propia voz interna crítica y enjuiciadora.
Nos han enseñado poco a tratarnos bien a nosotros mismos y estamos al debe con nuestros hijos. Hablamos poco de cómo mirarnos, querernos y entendernos. Sabemos lo que le diríamos a un mejor amigo en una situación difícil, pero sin duda nos perdemos cuando se trata de hablarnos a nosotros mismos en un momento de vergüenza, tristeza o desesperación. Nos hemos olvidado de enseñar una mirada vulnerable del ser humano, donde todos nos equivocamos, somos imperfectos y podemos tratarnos con cariño al serlo. Necesitamos fortalecer una mirada que nos permita aceptarnos como somos, con nuestras luces y sombras.
Nuestras luces y sombras, lo dulce y agraz son parte del contrato que tenemos con la vida. No es posible tener un trabajo, estudiar una carrera, construir una familia o hacer del mundo un mejor lugar sin dolor, sin error o sin malestar, porque todo es parte del recorrido y del aprendizaje para tener una vida significativa. Entonces, dando por sentado que la vida esta llena de matices, necesitamos aprender a lidiar con todas las tonalidades y cómo nos hablamos a nosotros mismos se torna fundamental. Porque cuando logramos ofrecernos cariño y comprensión a nosotros mismos, también empezamos a sentirnos merecedores de cariño y aceptación.
La autocompasión es poder cuidarse y ser amable con uno mismo. La investigadora Kristin Neff identifica tres componentes importantes:
1) Bondad hacia uno mismo: ser bueno contigo mismo implica dejar de juzgarte y emitir comentarios dolorosos hacia ti. Necesitamos darnos permiso para conmovernos por nuestro dolor y hacer un alto que implique poder preguntarte: ¿Cómo puedo cuidarme y consolarme en este momento? Este ejercicio necesitamos empezar a hacerlo con nuestros hijos. ¿Qué puedes decirte en este momento que te haría sentir bien?
2) Estamos todos juntos en esto: todos somos humanos, todos podemos equivocarnos y también abrirnos al aprendizaje y al dolor. Podemos tomar perspectiva y recordar que nuestro sufrimiento es compartido por muchos, y más aun, que la imperfección y el dolor son parte de la experiencia humana. ¿Quién no se ha sentido aliviado al compartir una pena? ¿Quién no se ha sentido acompañado cuando sabe que otro también se equivocó? Sentirnos parte de un colectivo igual de humano que nosotros nos hace bien.
3) Mindfulnes: Se entiende como la capacidad de poder observar abiertamente nuestra experiencia sin identificarnos con ella. Desde una actitud auto compasiva logramos tomar una perspectiva balanceada de nuestras emociones de manera que nuestro dolor no es negado o reprimido, pero tampoco nos identificamos completamente con él sintiéndonos paralizados. Es tomar perspectiva de nuestras vivencias para poder equilibrar nuestras emociones.
Necesitamos trabajar en nuestra autocompasión y ayudar a nuestros hijos en ella. Aprendamos a decirnos a nosotros mismos frases cariñosas como “todo va a pasar”, “lo hice lo mejor que pude, aunque no resultó”, “puedo equivocarme y con eso aprendo”. Alejemos los juicios como “no valgo nada”, “soy muy mala mamá, amigo o jefe”, “no sirvo para esto”, ya que esas frases solo nos detienen y paralizan, nos dañan en lo que somos y como nos percibimos. Aprender a tratarnos compasivamente nos entrega mucha más estabilidad en nuestros sentimientos de valía. Porque no importa si es un error o un éxito, logro aceptarme desde lo que soy en cualquier vivencia.