Miles de veces he pensado “qué rico sería no tener nada que hacer”, “si tan solo tuviera tiempo para”, “si mis niños estuvieran más en la casa podríamos”, “si trabajara menos podría”, “me encantaría no poner despertador en las mañanas”. Creo que todas podríamos conectarnos con infinitas de estas frases, que hace tan solo unas semanas atrás nos repetíamos continuamente. ¿Cuántas veces no quisiste que el mundo se detuviera tan solo un minuto para simplemente estar? Pareciera ser que sin darnos cuenta nos frenaron bruscamente y nos obligaron a sentir eso que tanto pedíamos. Pero ahora, que nos vemos enfrentados a simplemente estar y existir, ¿sabemos realmente estar con el otro? ¿Sabemos estar con nosotros mismos? ¿Estamos preparados para ese encuentro?
Esta frenada fue tan brusca que no tuvimos tiempo ni siquiera para prepararnos y adaptarnos. De un día para otro nos vimos obligados a distanciarnos físicamente de los que nos rodeaban y a aislarnos en nuestras casas para acercarnos obligadamente a nuestros hijos, pareja y a nosotros mismos. Por primera vez quizás sentimos el temor de realmente no saber qué hacer frente al tiempo infinito y a la convivencia extrema 24/7.
Quizás la primera manera que encontramos desde nuestra cultura del hacer fue planear lo incierto, estructurar lo inestructurado. ¿Por qué? ¿Para qué? Simplemente porque quizá es ahí donde logramos calmar nuestros miedos y sentir que tenemos algo de esta situación bajo control. ¿Qué haremos encerrados? ¿Cómo sobreviviremos a estar con nuestros hijos y con nuestra pareja todo el día? ¿Qué haremos sin tener nada que hacer? El miedo, la angustia y la sensación de descontrol nos recorren por todo el cuerpo y en un dos por tres nuestra cultura y nuestra mente empezó a hacer lo que sabe: generar miles y miles de consejos, de tareas por hacer, inundándonos de información, de rutinas y de maravillosas actividades para hacer solos, en familia o con nuestros hijos. Reaccionamos una vez más desde el hacer, porque es lo que nos han enseñado y es lo que sabemos que funciona. Estamos tan sumergidos en esta lógica que ni siquiera sabemos estar sin estar haciendo.
Actualmente, la invitación es a detenerse y reflexionar si realmente queremos seguir en el hacer. Desde mi vivencia de estas semanas, viéndome “obligada” a hacer las tareas escolares de mis hijos, a seguir ciertos horarios y rutinas de actividades e intentar trabajar por video llamada, levanto mi propia ansiedad, angustia e irritabilidad. En solo días se hizo completamente insostenible, porque todo eso que nos estaban “imponiendo” en realidad lo estábamos eligiendo. Estábamos poniendo en riesgo lo único y más importante en estos días: nuestro bienestar emocional y la armonía de toda la familia. ¿No era ya suficiente la angustia de mirar lo que estaba pasando en el mundo?
Por un minuto nos detuvimos a pensar que no existía ningún horario, tarea o actividad que nos diera la sensación de tener todo bajo control. Incluso a ratos se sentía un sin sentido estar haciendo tanta actividad o tareas escolares cuando en realidad no sabíamos si ayudarían en algo a este futuro tan incierto. La situación era ya demasiado desafiante para seguir exigiéndonos a nosotros como papás y a nuestros hijos, que sin duda también tienen miedos y angustias en torno a lo que estaba pasando. Así que lo que hicimos fue detenernos a pensar cómo podría nuestra familia aprender algo de este encierro sin sacar lo peor de nosotros.
Si lográramos tan solo tomar la invitación que nos hace la naturaleza de simplemente estar, quizá podríamos detenernos para poder mirarnos, buscarnos y reflexionar acerca de lo que necesitamos como familia y como individuos. Paradójicamente quizás ese bienestar lo encontraremos no haciendo, sino simplemente estando de la mejor manera posible. No sabemos lo que viene y quizás por ahora estamos destinados a simplemente estar, descubriendo la mejor manera que cada individuo tiene para eso.
Soltemos lo que nos angustia y permitámonos estar haciendo eso que genera encuentro, que genera sentido y que genera bienestar. Las respuestas de cómo vivir este tiempo no las encontraremos mirando al de al lado, sino mirando hacia adentro. Tomémonos el tiempo de descubrir cómo queremos estar durante este tiempo: bailando, estudiando, jugando, cantando, corriendo, saltando, leyendo, escribiendo, pintando, viendo películas, limpiando, remodelando, cocinando o simplemente respirando. Todas son validas, todas son un gran regalo.