“Siento que mi primera sesión fue hace mucho tiempo ya, y lo que veo y siento más fuerte es la diferencia de cómo me trato a mí misma y cómo ha cambiado mi voz interior. Miro hacia atrás y sé que mis pensamientos eran de constante crítica, de inconformidad e inseguridad.
Ahora, cada vez que pongo en mi cabeza un comentario negativo sobre mí, trato de pensarlo dos veces y ser más compasiva, porque es verdad que no merezco tratarme así.
Cuando llegué a consulta todo se me hacía un mundo. Cada decisión, por simple que pareciera, me provocaba ansiedad. Elegir con qué ropa vestirme y sentir que me quedaba bien, era algo impensable. Suena simple, ¿cierto? Bueno, para mí era todo un desafío, es más, no podía hacerlo sola. Era una tortura tomar la decisión. Salir de mi casa sin preguntarle a mi mamá o hermana qué opinaban era algo que no pasaba. Era demasiado el miedo, alquédirán,asiestababienono,oasi realmente era la ropa adecuada. Moría de vergüenza de solo imaginar que me pudiera equivocar.
Diría que el miedo a pasar una vergüenza era lo que me tenía tan entrampada en la imposibilidad de tomar decisiones por mí misma. Mis expectativas sobre mí siempre eran altas y pensaba que el otro también esperaba demasiado de mí. Básicamente, que fuera perfecta… no me había dado cuenta de cómo yo era la que se entrampaba en esa idea irreal. Creo que siempre me exigía al máximo, y aunque siempre sentía que mis amigas estaban ahí, no era como yo quería o esperaba. Hasta invitarlas a mi casa era un desafío.
Hoy me siento más relajada, ya no tengo esa ansiedad o necesidad de tener todo resuelto o controlado, que en realidad es imposible. Hoy siento que en verdad me conozco y hasta podría definirme como una persona tremendamente sociable. Hoy me creo el cuento y tengo la certeza de que no necesito estar en todas para ser querida o valorada.
Hoy entendí que la amistad va mucho más allá de un panorama, que no porque una vez no me invitaron significa que no me quieran o que hice algo mal. También aprendí que las amistades son de a dos, entonces yo también pongo más de mi parte para conservarlas. No se trata de siempre estar esperando a que ellas se acuerden de mí sin yo hacer algo. El problema es que antes me daba miedo dar ese paso, no confiaba en lo que valía. Hoy puedo hablarles, preguntarles cómo han estado, invitarlas, etc.
Sé que todo suena super simple, pero estas acciones han sido grandes pasos y desafíos para mí: vestirme, invitar, mandar yo ese mensaje, no preguntar al otro qué opina y buscar la respuesta en mi interior. Finalmente, todo eso es lo que me ha dado seguridad.
El otro día me di cuenta de algo que hacía siempre, y ahora digo ¿por qué? Cada vez que hablaba con un hombre, le preguntaba a otra persona qué responderle… en vez de yo pensar en qué quería decir. Pero, en verdad, ¿qué sentido tiene responder algo que me dicen si ese hombre quería hablar conmigo? Es demasiado falso no responder por mí. Pero recién me estoy dando cuenta de todo esto.
Hoy he tenido la oportunidad de redirigir mis tiempos y energías hacia otras cosas, tanto en mí, como en mis amigas y familia. Me siento muy bien, estoy tranquila, y tengo la certeza de que mi seguridad depende de mí y de mi capacidad de tomar decisiones y hacerme cargo de ellas, resulten o no resulten… porque no pasa nada.
Me visto para mí, me arreglo para mí, y estoy de buen humor por mí. Muchas veces me pasaba que el comentario positivo tenía que venir de otra persona, pero ahora, varias veces soy la que se para frente al espejo y la que se dice a sí misma: ¡Te queda increíble! ¡Se tú! ¡Confía!”