¿Nos hemos preguntado realmente cuánto impacta en el otro eso que compartimos o subimos a nuestras redes sociales? Porque la realidad es que nosotros y nuestros hijos estamos muy expuesto a ellas, ya que hace un tiempo nos estamos comunicando y a través de estas plataformas muchas veces se expresan pensamientos, sentimientos e imágenes. Sobretodo en momentos de crisis. Mi gran duda es, ¿cuánto realmente logramos ponernos en los zapatos del otro cuando decidimos compartir estos contenidos? Está claro que aquello que para mí es “normal”, “sano” o una buena “advertencia”, para otro puede ser de tal impacto que lo dañe, lo insegurice y lo haga sentir muy mal. Y es que es tan subjetiva la mirada que tenemos del mundo, que cada uno de esos mensajes que compartimos puede impactar de infinitas maneras al otro. ¿Qué queremos contagiar al subir una foto, comentario o historia? ¿Queremos contagiar positividad, agradecimiento y luz, o más bien estamos contagiando rabia, crítica y miedo? ¿Cómo realmente queremos impactar al otro y qué rol queremos cumplir en este mundo virtual?
Creo en la libertad de expresión y también siento y pienso que existen maneras de decir las cosas y de expresarse que llegan de forma más positiva al otro. Sin embargo, muchas veces no nos detenemos a pensar en cómo decir lo que queremos expresar y simplemente lo decimos sin filtro, olvidando por completo al resto. Esto lo pienso a partir de un mensaje que me llegó esta semana de una querida paciente de 22 años, dada de alta hace dos años de su proceso terapéutico:
“Hola Jose, quería escribirte. Hace dos días una persona subió una foto que causó mucha polémica, pensamientos y odio. La verdad es que me afectó enormemente y de alguna forma vuelven a despertar en mí sentimientos de inseguridad y pensamientos negativos sobre lo que soy y mi cuerpo. Me bajonié mucho. El pensar que sigue habiendo gente que piensa que el cuerpo perfecto es lo que todos queremos me hace sentirme insegura de lo que soy y de mis creencias, que me costó tanto trabajar. No quiero sentirme así nuevamente. ¿Qué hago?”
Este es un tremendo llamado de atención a revisar qué es lo que estamos compartiendo en las redes y cómo como padres necesitamos hacernos cargo de acompañar a nuestros hijos, sobretodo adolescentes, en su actuar y relación con estas plataformas. Porque aquello que vemos a través de ellas nos afecta y afecta e impacta al otro de innumerables maneras.
Escribo para dejar una invitación abierta a poder compartir ideas, mensajes e imágenes que sumen al otro, a nosotros mismos y al mundo. Y por sobre todo, escribo para que podamos ayudar y enseñar a nuestros hijos a que antes de postear piensen y se pongan en el lugar de quienes están recibiendo ese mensaje, además de elegir a quién siguen y cuánto les suma en la mirada compasiva hacia ellos mismos. Nuestros hijos se inician en las redes sociales a veces sin compañía y sin tener aún un criterio formado para interactuar con altura de miras en ellas, y por eso es que necesitamos educarlos, acompañarlos y nunca olvidarnos que somos su modelo. Ellos también están mirando cómo nos desenvolvemos en el mundo virtual y real, cuán empáticos somos, cuán humildes, cuán generosos o cuán compasivos.
Existe una campaña estadounidense que llama a pensar antes de postear o relacionarnos en redes sociales. Bajo las siglas de la palabra THINK nos lleva a hacernos cinco preguntas fundamentales antes de subir un post, un comentario o una historia.
T: Is it true? (¿es verdad?)
H: Is it helpful? (¿ayuda al otro?)
I: Is ti inspiring? (¿es inspirador y aporta al mundo?)
N: Is it necessary? (¿es necesario?)
K: Is it kind? (¿es amable?)
Nadie nos enseña a ser personas integrales en las redes sociales. Todo aquello que posteamos habla de uno como ser humano, entonces en nuestras redes a veces sentimos que tiene que quedar explícito esta persona que soy o que sueño ser. Toda mirada critica, juicio valórico, mensajes que infunden miedo, videos y palabras de no aceptación a la diferencia, simplemente nos destruye, nos inseguriza y nos enferma. Y pareciera ser que no nos damos cuenta de eso.
Espero que podemos darle una vuelta a todo aquello que estamos viendo. Seamos coherentes, amables y enseñemos a nuestros hijos a serlo. Las personas necesitamos una buena dosis de contención, cariño, bondad, luz y aceptación para sentirnos bien y para sentirnos queridos. Contagiemos luz y seamos lo que soñamos ser en el mundo real y en el mundo mundo virtual.